martes, 14 de septiembre de 2010

Cowboy cibernético


Hoy en MovidaSonica.com.ar, queremos regalarle a los fieles seguidores de Demonios de Tasmania y DDT una perlita rescatada por Walter Avellaneda (colaborador de M.S) que seguramente les encantará. Una nota hecha a Sharly por la revista Los Inrockuptibles en Septiembre de 1998, hoy en Septiembre de 2010 te la regalamos para aquellos que no la pudieron leer y para los que sí tuvieron esa suerte les refrescamos la memoria.


Los Mods de Demonios de Tasmania mutaron en los electrónicos DDTronikz, bajo cuyo diseño sonoro editaron Diskette un album concebido desde el cuerpo de una una computadora.Recientes teloneros de Prodigy, Sharly & Cía reactivan el mercado del camp y el muzak a base de ritmos bizarros y vertiginosos, donde la referencia a la lucha armada se cruza con el sentido del humor característico de estos cyborgs huracanados.

Atendiendo a las numerosas especulaciones –cuando no construcciones- de la prensa, el fin de milenio encuentra al rock y al techno cada vez menos separados. Veinte años atrás, por ejemplo, era improbable encontrar a una audiencia roquera haciendo head banging sobre una base latosa –y si no, pregúntenle a Daniel Melero, quien seguramente recordará BARock 82, tal vez, y aquella formación de naranjas cayendo en picada sobre el escenario. Hoy, la línea se separa del rock del techno es muy delgada, pero encontrar artistas que circulen con comodidad entre uno y otro de sus extremos es una tarea difícil. Con la nivelación producida por la tecnología digital, y estandarizada desde fines de los ochenta, toda la atención comienza a situarse en el híbrido. Trip hop, post rock, big beat: son os nuevos caminos a tomar, que aluden a géneros caracterizados como genes mutantes. Históricamente, y a excepción de la recordada transición del Joy Division post punk al New Order techno pop –un histórico golpe al prejuicio, definitivamente materializado en 1983-, todas las otras mutaciones fueron menos felices: Scritti Politti vuelto un grupo conservador en los ochenta, o Wire, escasamente inspirado en Manscape. Los noventa tampoco se distinguen, y Graham Sutton pasó de un grupo ocasionalmente brillante como Bark Psychosis al mediocre jungle de Boomerang.
El síndrome de rocker en plan techno (y viceversa) no parece funcionar demasiado. Sin embargo, las ideas de Sharly, cantante del combo nacional Demonios de tasmania, escapan a cualquier regla. Acaba de tomarse un recreo del grupo editando un álbum techno bajo la etiqueta DDTroniks, pero al margen de eso, él no ve demasiada diferencia entre una y otra cosa. De hecho, ni siquiera se atreve a considerar Diskette un disco techno. “Son muy amplias las posibilidades que dan las computadoras. Yo no sé si hago techno, porque se hace con máquinas, con perillas… Yo únicamente trabajo con computadoras, sin usar siquiera una batería electrónica. ”Para confundir aún más, Sharly recuerda que en Sexcalectric, primer disco de la banda, ya había hecho su primera composición electrónica: Scalextrica, tema de doce minutos compuesto por fragmentos que la banda digitalizó en el mastering. Pero los orígenes llegan incluso más lejos. Hijo de un operador de IBM, Sharly se familiarizó con las computadoras desde muy chico, lo cual le permitió moverse profesionalmente dentro de estructuras limitadas. Para el asombro de muchos, Diskette fue realizado en una PC con 500 megabytes con tecnologías low fi. Aunque tampoco sería realmente así. “Técnicamente es correcto –aclara Sharly, que para todo posee una respuesta tan veloz como la computadora que no tiene-. El sonido corresponde a la frecuencia estándar necesaria, que son 44 hertz. Pero el trabajo en crudo lo hice en DOS, para ahorrar la memoria que hubiera necesitado en Windows 95.Es un programa que diseñó un alemán, y un amigo lo bajó de Internet.”
Más allá de los resultados, el “do it yourself” de este músico adquiere características peculiares. Con el aspecto de un mod crecido en un lupanar, y manifestado su habilidad con las computadoras, sharly se mueve como un cowboy cibernético escapado de una novela de William Gibson. Y él parece consciente de esto. La estética camp –bastante inusual en el serio rock argentino- es un hilo conductor de su corta carrera. Esta concepción, articulada como una grotesca crítica ideologica –y camuflada
bajo la sorna-, le permitió rendir sus estertores en el tema Minimax de Modelo 96: una crónica de los atentados a los supermercados, dramatizada con el espíritu de Rael (Peter Gabriel). ¿Apología de la subversión o comentario social? “Con Mínimax simplemente quería hacer referencia a un hecho concreto.No se trataba de ser revelde, ni de tomar partido.”Ferviente lector de historia, ahora se ocupa del legendario guerrillero Roberto Santucho, a quien dedica el track Robi. El tema es una vez más urgente y dramático: el acorralamiento y la aniquilación del ERP durante su último desesperado intento por derrocar al poder, que sharly define como “la musicalización de la frustrada toma de Monte Chingolo”. Y todo ello en medio de bleeps de computadora.
Consecuente con sus ideas, los patrones musicales de Sharly son bizarros y vertiginosos, y los modelos elegidos para efectuar el viraje rock-techno pertenecen al linaje correcto. Antes, los referentes eran Ultravox, Madness y –principalmente- Virus (¿Qué fue Modelo 96 sino un Wadu Wadu desprolijo y fuera de tiempo?). Con DDTronikz, el desafío consiste en reconocer al Devo circa Shout! Cruzado con abanderados del intelligent techno como Mouse On Mars y Mike Paradinas (µziq), quien abrió los shows de Björk en Buenos Aires. Esta es la impresión que al menos deja Mikropunto, el tema que abre el juego. Parte de lo que sigue es un riesgo en el que Sharly va a pérdida.
En indirecta alusión al sampler, el músico asegura que lo atrajo “la posibilidad de hacer cosas que pueden lograrse con poca plata”; y algunos fragmentos, utilizados como orquestación aplicada a breakbeats, recuerdan el método de viejas bandas hip hop como De La Soul. Una buena idea. De hecho, éste parece ser el rumbo lógico para alguien que disfruta haciendo juegos de palabras y burlas mediáticas al sistema en sus canciones. La diferencia es que lo que ayer resultaba simpático (Modart, Pan Am, etc.), hoy suena a mal gusto. Internazionale arranca como un calipso digital a la manera del viejo Ultramarine, pero luego emerge el inefable Ho capito que ti amo de Luigi Penco, como si fuera necesario hacer al tema aún más estrambótico. En consecuencia, la idea es buena, pero el resultado es ridículo; puro camp. Comparado a esto, los samplers de Emerson, Lake & Palmer elegidos por Add N to X son una broma intelectual o una apología del rock paria. Sin embargo, con DDTronikz, ¿cuál es el chiste, si la inclusión del absurdo está descontada de antemano? Abusar del retro-camp futurista es todavía un camino sinuoso, y sólo parece existir como idea conceptual sólida en manos de alguien como Haruomi Ozono, quien tras su paso por la Yellow Magic Orchestra, construyó un universo grotesco consistente al restituir y transformar la imagen deforme que los norteamericanos habían proyectado sobre el Oriente mítico y tecnológico.
De repente existe el temor de que Sharly se tome en serio. Entonces, aparecen la fluidez y el sentido del humor de Mike Paradinas como un buen pretexto para hacer techno. A veces la empatía es demasiado obvia (propaganda), pero poniendo en circulación grooves desencajados junto a samplers de guitarra, consigue algo interezante en Raccord, mientras que Muzak es su mejor pieza. “Esos dos temas tienen la ri´tmica en distintas afinaciones. Raccord, por ejemplo, podría haber sido una buena canción, ya que tiene una base de bajomuy sólida.” El caso de Muzak es diferente. El muzak es la música que durante los años cincuenta anestesió a la clase media norteamericana desde ascensores, salas de espera yconsultorios. Su vuelta, como la que tiene lugar en los soundtracks para films de David Lynch y los hermanos Coen, sólo puede darse hoy en día, cuando asistimos a la pérdida de su efecto narcótico, devenido cruda reflexión burguesa. Sharly descubrió accidentalmente un disco de muzak en su casa, y de él extrajo algo más que samplers: es finalmente la idea central, su argumento definitivo para hacer techno. “En principio, este disco se iba a llamar Muzak porque cuajaba con mi idea: música que no molesta ni altera, y que sirve para acompañar cualquier actividad. Este es un álbum para escuchar en el auto, sin prestarle demasiada atención. Porque hoy nadie escucha en realidad los discos de punta a punta. ¿Quién se toma una hora para escuchar un disco completo?” Con resultados desparejos, Diskette muestra la evolución de un músico provisto de excusas precarias y contradictorias, dotado de soluciones aparentemente casuales y no planificadas. Algunos de los enigmas que en definitiva lo hacen interezante y llamativo.

Diskette (Universal).

por Jorge Luis Fernández

Foto Nora Lezano
Archivo Walter Avellaneda
Los inrockuptibles – Septiembre 1998

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